Cómo vivir y documentar tres meses junto al volcán

Los casi tres meses que duró la erupción volcánica en la isla de La Palma han sido un foco de atención mediático de orden internacional y un hecho que alteró la vida de miles de palmeros, pero también ha constituido la oportunidad para el despliegue de un numeroso equipo de científicos en la zona, que llevaron adelante un trabajo pionero sobre seguimiento de la biodiversidad durante estas circunstancias excepcionales.

Manuel Nogales, investigador del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA) del CSIC en Canarias, detalla los avances del primer trabajo científico sobre seguimiento de la biodiversidad durante una erupción volcánica, un trabajo que aporta conclusiones que en ocasiones ha permitido incluso adelantarse a las circunstancias de la situación.
Esta investigación ocupó una de las ponencias expuestas durante la primera jornada de divulgación científica Orígenes, diversidad y conservación de la Flora Canaria, organizadas por el Jardín Botánico «Viera y Clavijo» – Unidad Asociada de I+D+i CSIC, en el año de su 70º aniversario, celebrada en la Casa de Colón de Las Palmas de Gran Canaria, en el marco del Mes de la Ciencia.

El biólogo Manuel Nogales Hidalgo, investigador del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA) del CSIC en Canarias, detalló en qué consistió el seguimiento de la biodiversidad durante esta erupción volcánica, tanto desde un punto de vista cualitativo, en lo que respecta a especies de plantas y animales, como cuantitativo.

Se trató de un trabajo que tuvo como objeto los 85 días de erupción y los posteriores, que contó con un equipo de unas quince personas del CSIC de media, pero que llegó a reunir 34 investigadores en la zona simultáneamente. Allí predominaron los vulcanólogos, especialistas en ciencias de la tierra, pero también biólogos como los de su equipo y el del Instituto Español de Oceanografía (también del CSIC), en el mar.

Y otro grupo, el de calidad del aire, que “fue clave”, porque contaban con equipos de muchísima más resolución que el de las autoridades, que les permitía en ocasiones adelantarse a las circunstancias. La parte humana no podía estar ausente y los científicos colaboraron en todo lo posible: “Teníamos un acuerdo tácito entre nosotros y era que no podía morir nadie; en eso hubo un entendimiento fenomenal, todos dieron lo mejor, con horas y horas diarias de trabajo, con medios de comunicación, con responsables políticos y con todo aquel que necesitase nuestra ayuda”.

Fruto de la erupción, “había enemigos invisibles, de los que supimos alertar gracias a nuestros detectores de gases y esta información fue clave para el trabajo en la zona de los equipos de emergencia como la UME” (Unidad Militar de Emergencias), porque comportaban un riesgo para las personas.

“El conocimiento científico que tenemos después del volcán de Tajogaite es muy interesante de cara al futuro, porque a partir de ahora ya no partiremos de cero. Habrá varias publicaciones científicas, no solo la nuestra, porque hay cuatro más en cartera para el año 2023. Esa información es oro en paño”, detalló Manuel Nogales.

El trabajo del equipo encabezado por Nogales verá la luz próximamente en forma de artículo para Scientific Reports, una revista científica de acceso abierto revisada por pares, y será “el primer estudio que ponga de manifiesto cómo es el destino de la biodiversidad durante una erupción volcánica”.

El pino canario: un gran superviviente

La erupción tenía como centro el pinar y, por eso, los experimentos como el de someter el banco de semillas a distintas capas de ceniza, que se mide en el campo, “resultará de gran importancia”. Se contará así con un gran caudal de datos para comparar la situación con la de un año después. El pino canario demostró una alta adaptación a las erupciones volcánicas. “Es un gran superviviente. Al mes de producirse la erupción, se volvieron amarillentos por la clorosis y no sabíamos qué iba a pasar con esa masa de pinar”. Pero cuentan con una corteza gruesa y el parénquima axial, “un tejido especial que le da una alta capacidad de rebrote”. Prácticamente una semana después de extinguido el volcán ya se veían brotes verdes.

“Ahora veremos la recuperación tras nueve meses, porque hemos visto conductas de adaptación sorprendentes, como un cuervo que nos pedía comida y al no darle vimos que empezó a alimentarse de insectos de la corteza de un pino atacado por el volcán, pese a que los cuervos no suelen ser insectívoros”, recordó. En cuanto a insectos tuvieron un punto de comparación, porque un entomólogo había estado meses antes en ese lugar y contaron con esos datos. “Calculamos que en dos semanas desapareció más del 90 por ciento de la biomasa del volcán. Eso no se había medido nunca”, subrayó.

Si se trata de hacer un balance de la biodiversidad afectada, la respuesta es que todavía se necesita tiempo. “Hay que intentar tener una idea en el tiempo y contar con los datos históricos de erupciones, sus registros, aunque no sean blancos de comparación perfectos, porque cada uno afecta a una biota distinta, pero grosso modo nos pueden dar una idea”.

De aquí en adelante, quedan dos años más de trabajo para poder terminar de procesar y llegar a los modelos predictivos de neo-colonización del volcán. “Es la primera vez que se va a hacer y lo haremos con otros profesionales, de la parte informática”, para poder analizarlos.

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