El Jardín Botánico “Viera y Clavijo” – Unidad Asociada de I+D+i al CISC ha abierto sus puertas, y lo hará los martes durante el mes de la ciencia, para recibir a los más jóvenes, estudiantes de la ESO y Bachillerato que han podido “ser científicos por un día”. (Foto: imagen de archivo de una visita escolar en una edición pasada del Mes de la Ciencia)
Uno de los primeros centros en adentrarse en las entrañas del Jardín Botánico Canario ha sido el IES Las Huesas, con una treintena de estudiantes que han podido recorrer y conocer los diferentes departamentos donde la ciencia responde a la flora canaria, la cuida y ayuda a conservarla contra todas las dificultades.
En total, pasarán por el Jardín más de 300 alumnos y alumnas de siete centros de la isla, en tres jornadas frenéticas de visitas escolares.
“Hay muchas especies de la flora canaria que aún no sabemos de donde vienen”
Conocer y conservar es una de las misiones de Ruth Jaén, doctora en Biología e investigadora del Departamento de Biodiversidad Molecular y Banco de ADN, que ha acercado su día a día a los alumnos del centro teldense. El ADN “es la molécula de la vida” lo que nos hace “únicos e irrepetibles”, explica Jaén a los alumnos, “y son las diferencias en morfología y variabilidad genética lo que las hace capaces de adaptarse al entorno”. La genética “ayuda a identificar especies a nivel molecular cuando por morfología son parecidas” y a través de este estudio “determinar su origen”.
“Hay muchas especies de la flora canaria que aún no sabemos de donde vienen”, explica. “Con el volcán de La Palma podremos acercarnos a como fue la colonización de las islas inicialmente, cuando los volcanes las fueron creando” como ha mostrado con el pino canario, que a raíz de la erupción de Tajogaite “hemos descubierto que son resistentes a los volcanes y no solo a los incendios como creíamos”. Esta supervivencia “espectacular”, como la define la doctora “indica que el pino ha evolucionado creando estrategias para sobrevivir a los volcanes” gracias a sus genes.
También a través de los genes es posible hacer “genética del paisaje, donde están las especies que han tenido más cambios a lo largo de la historia” y qué lugares “son más importantes a nivel evolutivo”, para así “ir afinando y siendo eficientes con los recursos económicos y humanos” disponibles. El ADN que se logra extraer y analizar en este departamento es fruto de un proceso largo y detallado, minucioso, limpio y ordenado, que empieza en el trabajo de campo, secar bien las hojas, el machacado, y la extracción total gracias a soluciones, y a herramientas como el calor, la agitación y diferentes controles de calidad, además de la secuenciación. En este departamento tienen “trucos para hacer visible lo invisible”.
Oro para ver una planta como nunca
En el departamento de Biología Reproductiva las plantas se ven como nunca. Rosa Febles y Olga Fernández enseñan a sus estudiantes su día a día, que se mueve entre lupas y microscopios. “Hay especies en peligro de extinción por el hombre o por el cambio climático, por especies invasoras, pero otras es porque tienen problemas en la dispersión de sus semillas o por el proceso de reproducción de la planta”. En estos problemas se centra el departamento, donde estudian “cada fase del proceso en un análisis exhaustivo en la formación de sus gametos, su proceso de apareamiento, características de los granos de polen o formación celular”, entre otros elementos.
Cuatro niveles de estudio les llevan a responder algunas de las preguntas que acercan la posibilidad de salvar la planta, “desde la población natural en el campo y una cámara digital a la lupa, el microscopio óptico, al electrónico”, explican. Se disecciona la flor y se estudian los tipos de flores que hay, los pétalos o el polen.
Una de las herramientas más curiosas del laboratorio de Biología Reproductiva es el uso del oro, un material que sirve para rebotar la luz en la muestra y ofrecer imágenes cargadas de información.
Miguel Ángel González y Nereida Cabrera son guardianes del espacio-tiempo, de una garantía de vida. Como responsables del Banco de Semillas del Jardín Botánico “Viera y Clavijo” conocen lo increíble de la biodiversidad canaria, desde sus orígenes con la germinación.
“Las semillas son increíbles, viajan en el espacio tiempo” y en esta visita los alumnos han podido seguir el recorrido que hacen las semillas hasta el Arca de Noé vegetal que alberga en centro del CSIC. Las semillas llegan del campo y se limpian, se les asigna un número, “un DNI para cada planta”. Las semillas “pueden ser de 0,25 milímetros o tan grandes como para pesar hasta 20 kilos de peso”.
La clave para conservar la supervivencia de las semillas y de la vida que albergan está en un proceso detallado donde la temperatura y la humedad son herramientas clave. El laboratorio está preparado para luchar contra los insectos, enemigos de las semillas, y los hongos, a través de cámara especiales que controlan los parámetros.
Gracias a la tecnología, este departamento es capaz de estudiar la viabilidad de la semilla, e incluso de crear el entorno perfecto para que germinen. Las semillas “tienen formas, colores, tamaños e incluso sabores diferentes, además de maneras de moverse” y “texturas increíbles”. No es lo único que hace increíble a las semillas, pueden mantenerse latentes durante más de 80 años, aunque la historia ha demostrado que se mantienen vivas por mucho más. En el fondo de un lago en China germinó una flor de loto de 1.300 años, y es solo uno de los ejemplos.
El herbario y el área de sistemática vegetal está envuelta en un ambiente especial, necesario para la conservación y también para viajar en el tiempo. Aunque las técnicas se han perfeccionado, en este departamento lo importante sigue siendo lo esencial, mantener, ordenar, catalogar y hacer que el conocimiento de la flora viva en sus archivos por cientos de años.
El día que no tengamos a científicos que identifiquen plantas o biólogos moleculares, el proyecto “se viene abajo”, pero en el herbario y el área de sistemática vegetal hay una garantía que durará más que quienes le custodian. En los últimos 22 años se ha colaborado en unos 100 nuevos descubrimientos de especies, cerca de 50 en Canarias en lo que Águedo Marrero considera “nuestra aportación a la ciencia”.
La temperatura y un rango de humedad concreto y específico garantiza poder conservar las especies por siglos, “porque si todo falla, seguirá quedando siempre la garantía del herbario, es la base sólida de una torre de Babel que no se desmoronará”. Águedo Marrero, responsable del departamento, tiene en su día a día un trabajo de recolección, secado, prensa, refrigerado y un archivo en un orden concreto y minucioso que alberga la flora canaria y de todo el planeta, a través de intercambios y expediciones que enriquecen este archivo vegetal.
Para la conservación de la flora, el equipo que gestiona Águedo Marrero tiene prensas, hojas secantes, cartulinas específicas y neveras especiales, medidores de parámetros de ambiente y todo un sistema estudiado al milímetro. Notas, carpetas, colores, orden alfabético, por familias y subgrupos, hacen que el archivo vegetal que gestiona Águedo Marrero sea guarda y custodia de la riqueza de Canarias, Cabo Verde, Madeira, África, Asia o Europa. “La colaboración se enriquece con 34 herbarios con los que existe el compromiso mutuo de enviar y recibir material, en donación o intercambio, de plantas relacionadas con Canarias que nos vienen de maravilla”.
Con una colección de 60.000 pliegos, Marrero lo define como “un herbario pequeño, pero formal y muy válido” que junto al herbario de la Universidad de La Laguna y La Orotava acumula “la representación más rica de la flora canaria del mundo”.