Desde siempre la investigación científica ha tenido su particular camino mientras que su difusión, a través de los medios de comunicación, ha seguido otra senda. En muy contadas ocasiones se consiguen fusionar y entrelazar ambas, conectando sólo en algún momento concreto; y cuando ha ocurrido se ha debido a un gran esfuerzo puntual o incluso a un momento de oportunismo, al azar. Y esto es una tarea a solventar.
No son pocos los autores, como Ortega y Gasset, quienes advierten de los peligros de que la Ciencia quede aislada, únicamente al alcance de unos pocos, inserta en una torre de marfil, viviendo casi en otra dimensión. Porque, por el contrario, la conexión de ambas, es muy beneficiosa para todos. No cabe duda de que un país no puede desarrollarse sin investigación científica; pero ésta requiere, tarde o temprano, del apoyo del resto de la sociedad.
Nos encontramos con que, es evidente, que la labor científica requiere de un nivel de formación que muy pocos profesionales poseen, de ahí la dificultad de informar correctamente sobre una investigación determinada, a poco que sea concreta y densa.
Prueba de esta desconexión entre Ciencia y Comunicación, es que hasta hace bien poco los grandes medios de información ni siquiera tenían una sección específica para Ciencia o Medio Ambiente. Por ejemplo, la mayoría de los periódicos impresos del país dedicaban, dentro de una sección denominada Sociedad, algo de espacio a atender estas cuestiones; -donde tan pronto te encontrabas con que un genio de La Gomera había descubierto una nueva planta medicinal, junto a una noticia de que un centro educativo había comenzando una huelga, bajo una información que abordaba un aspecto sanitario de un hospital de Lanzarote- . Un cajón donde todo cabía. Y encima al día siguiente no se publicaba ninguna noticia sobre esta temática. No había pues continuidad, programación, seguimiento.
Por otro lado, cambiando de soporte, veías cómo la televisión pública era prácticamente la única que atendía estas materias. Pero acababa emitiendo los programas de carácter científico a las dos de la madrugada (unas horas tan surrealistas que salvo que uno padeciera sonambulismo difícilmente lo vería). Esta decisión se tomaba seguramente para justificar un expediente y defender que la televisión pública apoyaba la Ciencia.
Así, no había un tratamiento riguroso, correcto y continuado de la actividad científica en los medios. Y aunque se han experimentado avances, con programas específicos de divulgación científica (pasando de la hora de los zombies a la hora de la siesta, lo cual como mal menor es un avance) o secciones específicas en los periódicos y creación de revistas específicas, sigue faltando mucho camino aún por recorrer.
Varios son los problemas con los que nos encontramos al abordar esta temática, como la señalada escasa formación de la sociedad en general para entender la temática sobre la que se investiga o incluso la poca formación de los periodistas que difunden temas de investigación. Así, la formación es un buen punto de partida para solventar este distanciamiento que denunciamos.
Esta cuestión no es baladí y el científico no debería encerrarse en su burbuja pensando que como conoce más que nadie una temática puntual que el común de los mortales ya puede dedicarse únicamente a investigar.
También debe hacer el esfuerzo de comunicar la importancia de su investigación. Y esto de la misma forma que exigimos al resto de la sociedad (que es la amplia mayoría) que se esfuerce en adquirir un mínimo de conocimientos sobre ciencia, y a los periodistas que cursen estudios específicos sobre comunicación científica.
En muchas ocasiones el sueldo de un científico proviene del dinero público y de ayudas a través de Fundaciones o de acciones de empresas privadas dentro de su labor de Responsabilidad Social Corporativa. El que la sociedad esté convenientemente concienciada de la importancia de la investigación ayuda, por ejemplo, a que a la hora en que se plantean recortes, la I+D+I no sea siempre tan castigada. En los países latinos, a diferencia de los centroeuropeos o nórdicos, se da mucha menos importancia a este capítulo. Las aportaciones tanto del sector público, como de fundaciones como de empresas privadas suelen dependen, en muchos casos, de la difusión y promoción que obtengan las investigaciones subvencionadas.
Además otro factor muy importante es la capacidad de influencia que poseen los medios. Si por ejemplo los niños sólo ven referencias mediáticas del gran éxito que supone ser futbolista, no nos puede extrañar que todos quieran seguir ese camino. Sin embargo si los medios destacaran con mayor frecuencia las virtudes de la ciencia, el reconocimiento a jóvenes científicos y los éxitos de esta comunidad seguramente muchos niños de mayores querrían ser científicos.
Aunque muchas son las tareas a realizar, actualmente tenemos la suerte de contar con una herramienta, que bien usada es una potentísima aliada: Internet. No sólo por la formación que nos pone al alcance, sino por la capacidad de compartir conocimientos e inquietudes. Y ésta es misión con la que nace esta plataforma, GreenTank. Para aportar un grano de arena en difundir las actividades científicas y contribuir a lograr que algún día estas materias ocupen, en el espacio global de información manejada, el lugar que merecen.
Luis Azcona
Periodista