“Algunas zonas del Garajonay podrían tardar cien años en recuperarse”

Uno de los grandes hitos de la investigación botánica en las islas ha sido la elaboración del Mapa de Vegetación de Canarias, publicado en 2006. Tenerlo entre las manos supone toda una experiencia, no solo para los estudiosos y académicos, sino para cualquier persona que tenga una mínima sensibilidad hacia el medio ambiente. En definitiva, se trata de una invitación a sumergirse en la aventura de investigar y conocer a fondo un patrimonio natural al alcance de todos.

La obra está compuesta por un volumen de 550 páginas, con descripciones de las especies que podemos encontrar en cualquier rincón del Archipiélago, siete mapas desplegables (uno por cada isla) y un cd-rom con las aplicaciones necesarias para poder visualizar, consultar e imprimir toda la información sobre la vegetación actual y potencial.

Los mapas también vienen incluidos en el CD, a escala 1:20.000. Un trabajo que no se realizó de la noche a la mañana, como nos aclara Marcelino José del Arco Aguilar, catedrático de Botánica de la Facultad de Biología de la Universidad de La Laguna y uno de los principales artífices del proyecto. “Se trata de una obra capital en los estudios de la vegetación canaria”, subraya el experto. El proyecto, fruto de un convenio firmado con GRAFCAN (Cartografía de Canarias SA), implicó a 15 investigadores que hicieron un intenso trabajo de campo para rastrear los 7.500 kilómetros cuadrados del archipiélago. Una labor ardua debido, en gran medida, a lo abrupto de la geografía canaria.

Por otro lado, se utilizaron fotografías aéreas para delimitar los polígonos que conformaron el mapa. “Después del trabajo de campo, vino la parte de la laboratorio”, aclara del Arco. “Analizamos las unidades más representativas y terminamos por tener una visión muy completa de la vegetación de las islas”. Al margen de la disponibilidad del mapa real, el experto destaca la inclusión de un interesante mapa potencial, que permitiría seguir la evolución teórica de la vegetación sin intervención humana. Una opción que permite medir el grado de impacto por parte del hombre en el entorno natural.

Aplicaciones prácticas

Las aplicaciones del mapa son indudables, según el catedrático: “Por un lado, tiene aplicaciones a nivel científico. Nos permite conocer la biota del territorio y su grado de evolución. Por otro, hay un interés aplicado. Se pueden llevar a cabo planes de restauración, diagnóstico vegetal en estudios de impacto, etc”. Por ejemplo, si se fuese a acometer el tramo de una carretera en una zona determinada, el mapa permitiría medir su impacto en el patrimonio natural.

Pese a ser una obra vigente, han pasado siete años desde su publicación. Se hace inevitable pensar que el mapa tuviese que ser sometido a revisión y actualización periódica. “Se deberían revisar ciertas áreas; sobre todo, zonas colindantes con núcleos de población, áreas de cultivo, carreteras, etc”. Es decir, localizaciones sometidas a una mayor presión por parte del hombre. Pero para el catedrático “esto conlleva una mayor dotación económica, un equipo de gente, trabajo de campo…”

Un ejemplo de la conveniencia de esta actualización lo encontramos en la grave agresión sufrida por el Parque de Garajonay, a raíz de los incendios producidos durante el último verano. Se trata de un entorno que del Arco conoce bien. “Un incendio de laurisilva es grave”, lamenta. «Sí que modifica el paisaje. Será conveniente hacer un seguimiento».

“En la actualidad, estamos llevando a cabo algunos proyectos en las zonas quemadas del Garajonay. Haría falta una nueva cartografía. No se necesitaría falta mucho dinero ni grandes medios. Tan solo falta personal. La herramienta de campo que utilizamos no es muy sofisticada”, asegura el investigador.

Una lenta recuperación

En lo que se refiere a los daños sufridos por el Parque Nacional de Garajonay, el diagnóstico es descorazonador: “En el caso de la laurisilva, el impacto es brutal. No es como el pinar, que se recupera más rápido. El grado de deterioro, sobretodo en la vertiente sur, es muy grande. En algunas zonas se perdió lo recuperado. La recuperación será lenta: puede llevar cerca de cien años”. De lo ocurrido en Garajonay solo nos queda extraer algunas lecciones para prevenir episodios similares en adelante. “Es fundamental la limpieza en las zonas limítrofes de los bosques”, sentencia del Arco.

“La agricultura está abandonada y el campesino no tiene dinero para afrontar esa labor. La limpieza no es tan necesaria en el bosque en sí, que ya se autoprotege. No es fácil que la laurisilva se queme, aunque puede ocurrir, sobre todo en caso de tiempo sur (seco y con vientos) y en bosques inmaduros de fayas y brezos”.

Amenazas para la flora canaria

Al margen de los incendios, otras amenazas que debe afrontar la flora canaria, a juicio del biólogo, son las especies invasoras, sobre todo, a raíz de la introducción de plantas exóticas como el “rabo de gato” y algunas acacias.

El cambio climático también supone un serio desafío, y las islas no quedan al margen de este proceso de alcance global. Del Arco ha trabajado en este campo recientemente para el Gobierno de Canarias. A juicio del científico, “si de verdad ocurre este cambio brutal y una disminución de las precipitaciones, podría tener lugar una extinción. Esto sería debido a que los cambios son tan rápidos que a las especies no les da tiempo a adaptarse”.

Destaca que “hay trabajos en la actualidad que demuestran un ascenso de las temperaturas en las últimas décadas de, por lo menos, un grado, y hasta dos y tres para este siglo. Lo de las precipitaciones no está tan claro si realmente han disminuido. Lo que sí parece claro es que la forma en que llueve ha variado. El patrón de lluvias ha cambiado”.

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