Un banco para invertir… el de los saberes

El Banco de Saberes del Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo, Unidad Asociada CSIC, de la Consejería de Medio Ambiente y Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, lleva años recopilando información sobre nuestros mayores y su relación con la biodiversidad, una tarea que ha despertado el interés de instituciones públicas y privadas. El especialista en Etnobotánica de esta institución, Eugenio Reyes Naranjo, nos habla de este proyecto pionero que lucha contra el reloj para recopilar el mayor número de saberes.

-¿Cómo surge la idea de crear un Banco de Saberes?

-Hacía mucho tiempo que se venía comentando desde la Botánica y la Etnografía la necesidad de sistematizar la información de campo a través de  una metodología para comenzar a recoger los saberes asociados a la biodiversidad. Lo que en este primer proyecto se define como biodiversidad cultural es un término que hace referencia a la parte de la cultura que interactúa con la biodiversidad: manejos de la flora, usos medicinales, recreativos, etc.

El planteamiento es que también existía una biodiversidad cultural, ya que por ejemplo la poda y el manejo de los escobones como planta de uso ganadero ha modificado aspectos de su biología y su ecología en Gran Canaria.

Hasta ahora estábamos protegiendo especies, sin saber bien sus usos y aprovechamientos. En el caso de Canarias es sumamente importante, ya que somos una de las regiones con un mayor número de especies amenazadas por kilómetro cuadrado. El objetivo del Banco de Saberes es recoger esa información, sistematizarla y  evaluarla. Esos conocimientos pueden ser claves para la conservación de la biodiversidad, en otros casos se puede destilar conocimientos científicos o farmacológicos. De hecho, hace unas semanas se presentó una formula farmacológica para el ganado a partir de los saberes populares.

-¿Cómo definirías al Sabio de la Tierra?
-El Sabio dela Tierra se sustenta en personas concretas que en su trayectoria vital, en contacto con la biodiversidad, atesora saberes. Hay que especificar que los saberes no son lo mismo que los conocimientos científicos. Los saberes son algo más difuso; la gente puede usar una hierba para una enfermedad, pero no sabe bien el proceso por el que se produce o sus efectos secundarios, no sabe diagnosticar la enfermedad, pero aquello le funciona. Entonces, de los saberes populares, a través de una metodología, se pueden destilar conocimientos científicos o no. Por definirlo de otra manera: El conocimiento científico es como un Planeta, algo que tú mides y pesas y sabes sus características; mientras que los saberes son un trozo del Universo con sus constelaciones, sus creencias, sus mitos, etc.

Te pongo un ejemplo, el otro día entrevistando a un señor me dice: “esta planta es mano de santo, esta la uso yo para todo”, y cuando comienzas a sondear te das cuenta que para él lo que no duela no es enfermedad. Al final descubres que esa planta es un analgésico. Lo interesante del saber no es el conocimiento que pueda tener esa persona, lo que nos interesa es recrear bien la crónica de vida que es la que sustenta los saberes y en base a eso se puede o no destilar el conocimiento científico.

-¿Qué es lo más te ha llamado la atención durante el periodo de recopilación?
-El anecdotario es inmenso. En una ocasión una señora me comenta: “Esta planta es buena para el hormiguerío”. Digo yo, será que es buena para ahuyentar a las hormigas. Lo probé, pero yo veía que aquello no funcionaba. Voy a hablar con la viejita otra vez y me responde que si no me había levantado alguna vez con un hormiguerío en el brazo o en la piernas y resulta que era bueno para el riego sanguíneo. Con este tipo de anécdotas te das cuenta que la primera barrera que nos vamos a encontrar es el lenguaje popular.

Así, aparecen cosas muy simpáticas. Por ejemplo, en la tradición popular canaria diferencian cuatro formas de depresión distintas: hay hierbas que son buenas para la tristeza, otras para la amargura, para cuando se siente compungidos o cuando existe un maleficio. Ellos llaman una amargura cuando conocen la causa de su depresión e identifican perfectamente la causa, sin embargo, una tristeza es algo más confuso y no conocen la causa. Por éste y otros motivos es muy importante la categorización de sus síntomas.

Otra anécdota muy curiosa se produjo estando en un Centro de Mayores realizando un taller de memoria en el que se daban a oler diferentes aromas de hierbas con el objetivo de conocer para qué las usaban. En el taller participó una señora con un cuadro de alzheimer un poco avanzado. Al poco tiempo me llama uno de los sanitarios del centro y me pregunta: “¿Qué le has hecho a esta mujer que ahora está hablando un montón y está recordando cosas?”.

A raíz de este hecho se ha iniciado un trabajo sobre la memoria a través de los aromas. Parece que la memoria está depositada en distintas partes del cerebro y que los olores están en una base de construcción muy primaria. Podría ser un buen espacio para luchar contra la degradación del sistema nervioso central.

-¿Qué diferentes acciones se han llevado a cabo en este proyecto?
-Teníamos dos líneas claras de trabajo: Una recopilación de saberes fundamentada en un proyecto de investigación participativa y donde hemos implicados a los centros educativos de la zona rural. Los propios niños hacían de padrinos y entrevistaban a las diferentes generaciones de su familia. Después todo ese trabajo quedaba reflejado en una publicación para los colegios.

La otra línea es la que ya hemos comentado, la de buscar Sabios, a través de la metodología conocida como bola de nieve. Por ejemplo, de un yerbero vamos conociendo a otros yerberos y vamos creando una red. Eso se llama un muestreo relacional. En muchas ocasiones se ponen en conjunto y creamos talleres o encuentros con ellos con la intención de afinar y pulir la información disponible.

-¿A parte de las publicaciones que han hecho los propios colegios, piensan publicar alguna obra con todo este proyecto?
-Ahora mismo, y en la fase que estamos, nos encontramos con que se han acabado los Fondos Europeos, pero este proyecto ha sido muy valorado e incluso ha modificadola Ley de Biodiversidad Española, que por primera vez recoge, tras esta experiencia, el interés público de los bancos de saberes. Además este proyecto, iniciado en Gran Canaria, cuenta ahora con doce o trece puntos en la península ibérica, Baleares y Canarias. Todos estamos en contacto para compartir experiencias y procesos.

Pero volviendo a la pregunta, esperamos que en uno o dos años podamos tener sistematizado algún tipo de publicación de los resultados. Hemos elaborado un informe para los Fondos Europeos, esto es una línea viva, y esperamos que en el futuro podamos seguir avanzando.

-¿El proyecto está paralizado en estos momentos?
-Paralizado no, más bien ralentizado por la falta de fondos. De todas formas la metodología en sí es participativa y los propios actores siguen participando y haciendo encuentros anuales de plantas medicinales, encuentros de sabios, etc. Lo hace la propia sociedad civil.

En general es un proyecto que entra bien y hay muchas expectativas en las instituciones públicas. Tiene un enfoque multidisciplinar lo que facilita inversiones cruzadas e inversiones participativas. Incluso ha llegado a despertar el interés de algunas industrias como la farmacéutica o la ganadera.

-De Canarias saltó al resto de España. ¿El Jardín Canario es pionero en este proyecto?
-En el país se han publicado obras de Etnobotánica, pero hemos innovado en la metodología ya que la hemos asociado a la biodiversidad. Algo que hasta ahora no se había hecho.

-¿Cuál es el siguiente paso?
-Lo que quedaría a partir de ahora es sistematizar la información. Tenemos un sistema de volcado de las entrevistas e información de campo en una base de datos que tendríamos que actualizar y también tendríamos que categorizar los manejos, tener un listado y ubicarlos territorialmente. Para que pueda servir de elemento de gestión de los propios saberes. Precisamente en este proceso se fraguó el museo de Plantas medicinales de Tejeda que ahí sigue funcionando.

-¿Cuál es el principal inconveniente en este proyecto?
-Lo que me preocupa enormemente son los tiempos. Canarias vive en un momento crucial en su cultura ya que se nos están muriendo las últimas generaciones que sobrevivieron con hierbas, con manejos e incluso sin médicos. Se están muriendo los saberes. Nos hemos pasado al supermercado y a la farmacia y claro toda esa acumulación de saberes se está extinguiendo. Ha habido un problema de erosión cultural muy fuerte de unas consecuencias catastróficas.

 

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