La excelencia no se alcanza con recortes

Este año el gobierno español ha llevado a cabo una reducción del 22.5% (475 millones de euros) en el presupuesto dedicado a las becas y ayudas asociadas a la investigación. Como investigador, me resulta imposible valorar esta medida como algo positivo para la calidad de la ciencia producida en nuestro país, por mucho que intenten argumentar ciertos sectores. Como ciudadano, intuyo que decidir dónde y cuánto recortar obedece a un criterio de prioridad: se recorta más en aquellas actividades que se entienden menos prioritarias o, traducido en los términos que actualmente parecen ser los únicos aplicables (económicos), se recorta más en aquello que parece reportar menos beneficio.
Es cierto que en cuanto a calidad investigadora se refiere, nuestro país no recibe una buena valoración a nivel internacional. Este año, por ejemplo, hay que descender hasta el puesto 186º para encontrar una universidad española en el ranking de Shangai, un indicador de referencia mundial. Se puede pensar por lo tanto que hay poco prestigio que mantener y mucho que perder al dedicar dinero a la investigación. Si a esto le añadimos el escaso beneficio económico derivado y la opinión que el votante puede tener sobre su relevancia (Investigador: “Estoy analizando la relación existente entre acortamiento telomérico y senescencia celular”. Ciudadano: “Y eso… ¿hará que suban mi pensión?” ), se puede llegar a la conclusión de que las ayudas asociadas a la investigación son susceptibles de cercenarse sin miedo a una hemorragia social o económica.
Ahora bien, analizando con algo más de detalle estos hechos:

-En investigación, España no tiene un puesto destacado en el panorama internacional… pero hay grupos de investigación de gran repercusión internacional en muchas áreas del conocimiento y en nuestro país se forma a gente perfectamente competente. De hecho, una gran parte del éxito de países mejor valorados en el terreno científico se debe a la participación de investigadores extranjeros, incluidos españoles. Si hay países mejores en cuanto a la calidad y cantidad de la ciencia producida no se debe a que sus habitantes sean innatamente mejores; se debe a que invierten más recursos en esta área, atrayendo así a gente formada en otros países. Recortando no se va a “favorecer la excelencia”, como la clase política ha tratado de justificar los recortes; más bien se favorecerá el desequilibrio, apoyando a una minoría y obstaculizando la progresión de una mayoría con gran potencial. Reflexionemos: ¿Piensan que alguien venderá un buen coche sin frenos, chasis ni volante alegando que así tendrá menos peso y por lo tanto optimizará mejor el uso de gasolina?

-El contribuyente desconoce qué es investigar y, por lo tanto, la necesidad de priorizar la inversión en esa actividad. Este hecho es muy patente, salvando algunos casos fundamentalmente relacionados con los avances médicos… y ni siquiera la investigación médica se ha salvado de los graves recortes. ¿Sabe el ciudadano las líneas de investigación en campos como la oncología (o relacionados con otras enfermedades) que se han visto afectadas por los recortes? Mientras se siga favoreciendo que los medios de comunicación estén saturados por la prensa rosa, los realities o el fútbol, la percepción del ciudadano no cambiará. De nuevo, recortar su financiación no hará que el mundo de la investigación sea más próximo a los que en gran medida la subvencionan. Ampliar las vías para la difusión de los resultados y hacer más entendible y accesible el conocimiento científico sí debería ser una prioridad de cualquier gobierno.

– La investigación, en general, no reporta beneficios. Beneficios económicos, ciertamente en muy pocos casos, especialmente en las líneas de investigación relacionadas con el área de Biodiversidad. No obstante, nuestro planeta y nuestro bienestar no obedecen sólo al comportamiento de la prima de riesgo o la presión de los mercados. Conocer nuestro entorno, nuestra historia natural y la mejor forma de gestionarlo nos proporciona valores que no cotizan en bolsa, pero que nos hacen inmensamente ricos. En el caso particular de las Islas Canarias, un ejemplo paradigmático en la diversidad de formas de vida y fenómenos naturales, aún queda muchísimo por conocer. Lamentablemente, la tasa de desaparición de especies y el deterioro del entorno no van a esperar, como los especuladores inmobiliarios, a que termine la crisis.
No hay mal que cien años dure… ni nación que lo resista.

Antes o después, España “saldrá de la crisis” pero no sólo a costa de perder unos cuantos puestos en el medallero de las próximas olimpiadas, sino haciendo además desaparecer líneas de investigación que afectarán durante varias generaciones a verdaderos valores como son el conocimiento, nuestro entorno o nuestro bienestar. Lo realmente “excelente” sería seguir la iniciativa de los países que han mantenido, o incluso aumentado, su presupuesto dedicado a investigación y desarrollo en tiempos de recesión económica.

Carlos García-Verdugo

Biólogo- Investigador

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